El disparo que interrumpió el silencio: asesinan a un policía incapacitado en su propia casa

Residencial del Bosque, una zona donde reina el silencio de las noches y las luces tenues se mezclan con los suspiros cotidianos de una ciudad que no duerme, fue escenario del crimen que apagó la vida de Juan Manuel Ocampos, un policía municipal de 49 años que enfrentaba la rutina fuera del uniforme. Estaba incapacitado. Lejos del deber, pero aún bajo la sombra del riesgo.

El miércoles por la noche, poco antes de las 11, la calma del fraccionamiento fue perforada por varias detonaciones. Los vecinos escucharon el estruendo seco de los disparos. Unos segundos después, el miedo y la confusión. Fue su expareja quien marcó al número de emergencias. Ella también escuchó las balas que atravesaron más que el cuerpo de Juan Manuel.

Cuando los paramédicos llegaron, ya no había nada que hacer. El cuerpo del oficial yacía en el patio trasero del domicilio ubicado en la privada de las Macadamias. Recibió al menos tres impactos: dos en el tórax, uno más en la pierna derecha. No tuvo oportunidad de defenderse.

Los atacantes huyeron sin mayor resistencia, a bordo de una camioneta Chevrolet Colorado blanca. Una fuga rápida en una ciudad donde las respuestas suelen llegar tarde y la justicia aún más.

Elementos de la Fiscalía General del Estado realizaron el peritaje en la escena. Tres casquillos fueron levantados del suelo. El calibre —de arma corta— sugiere cercanía. Como si el asesino hubiera querido asegurarse de su muerte. Como si hubiera sido algo personal.

Juan Manuel, como muchos policías de esta frontera, había enfrentado más de una vez la violencia. Pero la última llegó cuando más vulnerable estaba: fuera del servicio, dentro de casa, en la aparente seguridad de sus propios muros.

Ahora su nombre se suma a una larga lista de servidores públicos que, aun cuando dejan la patrulla, siguen siendo blancos. Una lista que crece mientras el miedo se normaliza y las despedidas se hacen rutinarias.

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