- Señala que en Tijuana se carece de un entorno caminable adecuado para el peatón
Tijuana, B.C., a 08 de septiembre de 2025.- De acuerdo con Jair Navarro, MPEC. Arquitecto y apasionado de las ciudades caminables y miembro de la Sociedad de Urbanismo de la Zona Metropolitana de Tijuana, presidida por Daniel Rivera Basulto, la calidad de vida en una ciudad no se mide únicamente por la infraestructura vial ni por la rapidez con la que se desplazan los automóviles. La verdadera medida se encuentra en la experiencia cotidiana del peatón. La caminabilidad peatonal hace referencia a la capacidad que tienen las calles y espacios públicos para invitar a caminar de manera segura, cómoda y atractiva. Este concepto, que podría parecer simple, constituye en realidad un eje estratégico para la transformación urbana.
Un entorno caminable activa un ciclo virtuoso: más personas utilizan las calles, la actividad comercial se fortalece, la interacción social aumenta y se genera una percepción colectiva de seguridad. En otras palabras, la caminabilidad representa la base de la vitalidad urbana, ya que convierte a la calle en un espacio vivo, diverso y productivo.
Apunta que para alcanzarla no basta con banquetas mínimas. Se requieren banquetas amplias y accesibles, cruces seguros, rampas y apoyos para personas con discapacidad, señalización clara y comprensible para todas las edades, mobiliario urbano que invite a permanecer, arbolado que brinde sombra y un diseño que contemple movilidad universal. Además, resulta indispensable consolidar una mezcla equilibrada de usos de suelo: cuando la vivienda, el trabajo, el comercio y los servicios se encuentran próximos entre sí, se reducen los desplazamientos obligados en automóvil y se crean entornos donde el peatón puede satisfacer sus necesidades cotidianas a distancias cortas.
Esta integración facilita recorridos más seguros y eficientes, genera economías de proximidad, fortalece la cohesión comunitaria y elimina tanto barreras físicas como psicológicas. Así, el peatón recorre la ciudad con mayor confianza y sentido de pertenencia.
El arquitecto, señala algunos ejemplos internacionales que lo confirman como el barrio Eixample en Barcelona o las zonas centrales de Copenhague que demuestran que invertir en caminabilidad genera economías locales más sólidas, reduce la obesidad y las enfermedades vinculadas a la inactividad física, y disminuye los niveles de contaminación. En México, casos como los corredores peatonales de Guadalajara o Ciudad de México han revitalizado la vida cultural y económica, reforzando la identidad urbana y el sentido de comunidad.
La vitalidad urbana surge de la diversidad social. Niños, adultos mayores, trabajadores, estudiantes, turistas y familias compartiendo el espacio público enriquecen la vida urbana y fortalecen la comunidad. En contraste, cuando se privilegia al automóvil por encima de las personas, el espacio público pierde dinamismo y se vacía, convirtiendo las calles en simples canales de tránsito, sin identidad ni pertenencia.
En Tijuana los retos son evidentes: periferias fragmentadas, fraccionamientos sin banquetas, vialidades diseñadas exclusivamente para el automóvil y espacios públicos inseguros. Sin embargo, también existe una gran oportunidad: apostar por la caminabilidad como política urbana central. Implementar esta estrategia no solo mejoraría la movilidad y la seguridad, sino que también impulsaría la economía local, fortalecería el tejido social y elevaría la salud de la población.
Destaca que, en ese punto, es donde la relación con el transporte público se vuelve esencial. La caminabilidad es inseparable de la experiencia de movilidad urbana: el peatón es siempre el primer y último usuario del transporte público.
Por ello, la opinión de quienes lo utilizan diariamente se convierte en un indicador fundamental de la eficacia del sistema. Un transporte público digno, accesible y conectado con calles caminables multiplica los beneficios sociales y económicos, creando un círculo virtuoso entre movilidad, vitalidad urbana y derecho a la ciudad.
Concluyó que la vitalidad urbana comienza cuando caminar se convierte en la opción más natural, segura y placentera. Diseñar ciudades para peatones significa, en esencia, diseñar ciudades para la vida.