Tijuana, B.C. – En un rincón poco visible del sistema municipal, lejos del ruido del tráfico y los titulares urgentes, hay una comunidad de personas que cada fin de semana hace algo profundamente humano: sanar. No con bisturíes ni medicamentos, sino con presencia, cariño y tiempo. Son los Voluntarios TJ, un colectivo que desde hace casi cuatro años trabaja por el bienestar emocional de los perros resguardados en el Centro de Control Animal Municipal.
Allí, entre ladridos y miradas que todavía temen confiar, alrededor de 110 perros y 8 gatos esperan algo más que alimento o techo. Esperan una segunda oportunidad. La iniciativa busca darles justo eso: una caricia, un paseo, un rato de libertad, y, sobre todo, la posibilidad de volver a creer en el ser humano.
Paola, voluntaria activa desde hace más de siete años, es testigo del abandono sistemático.
“El 80% de los perros que llegan aquí fueron abandonados por sus propias familias. El resto, rescatados de maltrato. Muchos vienen con fracturas, con miedo… con cicatrices”, relata.
Algunas razas como huskies o pastores belgas se repiten en las jaulas. No por coincidencia, sino porque sus necesidades energéticas y conductuales son mal comprendidas. “Son razas inteligentes, activas. Pero si no se educan y canalizan bien, terminan siendo condenadas por su propia vitalidad”, explica Paola.
El voluntariado va más allá de sacar a pasear perros. Es hiking, juego, terapia emocional, compañía. A veces, solo es sentarse junto a ellos en silencio.
María José, quien se sumó hace seis meses junto a su familia, cuenta que todo empezó con una publicación en redes sociales. Hoy, su fin de semana empieza temprano, con botas y correa en mano.
“Sanamos sus corazones, pero ellos también sanan el nuestro. Es un intercambio silencioso, pero poderoso.”
Las actividades se realizan cada sábado y domingo de 8:45 a 10:30 a.m. No hay costo, solo compromiso. Y si alguien quiere apoyar, los donativos en especie —croquetas, cobijas, juguetes— siempre son bien recibidos.
No todos los héroes llevan capa. Algunos van con mochila, traen una correa en la mano, y caminan al lado de un perro que vuelve a mover la cola por primera vez.