Tijuana, B.C. — En medio del ruido habitual de la ciudad que despierta, el sonido de una motocicleta se quebró en seco. No fue el motor apagándose. Fue el golpe. El derrape. El cuerpo saliendo disparado hacia el pavimento.
Ocurrió esta mañana, en la Vía Rápida Alamar con dirección a Zona Centro. Un motociclista, cuya identidad no ha sido revelada, perdió el control de su unidad y terminó tendido sobre el asfalto, en una escena que por minutos congeló el tiempo entre el miedo y el silencio.
Fueron los bomberos quienes lo vieron primero. Lo encontraron tirado, solo, vulnerable. Se acercaron con la urgencia que exige el oficio y la compasión que solo los verdaderos primeros respondientes conocen. Le brindaron los primeros cuidados antes de ceder paso a los paramédicos de la Cruz Roja, quienes lo estabilizaron y lo llevaron a un hospital. Su estado se reporta delicado.
El accidente, como muchos otros, no pidió permiso. Solo ocurrió. Pero dejó su rastro: tráfico detenido, conductores volteando con desconcierto, y una motocicleta quieta a un lado de la vía, como si supiera lo que había hecho.
No hubo víctimas mortales. Pero sí una sacudida. Un recordatorio. Porque cada mañana puede parecer igual… hasta que no lo es.