Colonia El Florido, Tijuana – En una ciudad donde el volante es extensión del cuerpo y el freno una promesa de control, un instante de fallo mecánico basta para trastocarlo todo. La noche del viernes 4 de julio, la cotidianidad de la Ruta Hidalgo se quebró frente al bar Anabel, cuando un automóvil blanco tipo Kia perdió el control tras, según versiones preliminares, una falla en el sistema de frenos.
La escena fue rápida, ruidosa y caótica: el conductor del Kia no pudo detenerse y terminó impactando a al menos tres vehículos más que circulaban por la vía. El estruendo metálico sacudió a quienes cenaban, a quienes caminaban, a quienes simplemente pasaban por ahí. Testigos describieron el momento como “una bola de autos empujándose sin remedio”, mientras otros corrían a auxiliar.
Una persona resultó lesionada, sin que hasta el momento se hayan revelado más detalles sobre su identidad o estado de salud. Paramédicos llegaron al lugar, brindaron los primeros auxilios y trasladaron al afectado a un hospital cercano. La preocupación era visible, no solo por la salud del herido, sino por la posibilidad de que un incidente como este vuelva a ocurrir.
La Policía Municipal de Tránsito acordonó la zona, realizó las diligencias correspondientes y desvió el tráfico, que comenzaba a saturarse. Vecinos y conductores comentaban entre ellos: “¿Y si hubiera niños en los otros autos? ¿Y si no hubiera sido de noche, sino a plena hora pico?”
Este accidente, aunque no dejó pérdidas humanas, deja preguntas flotando en el aire: ¿Cuántos vehículos circulan sin mantenimiento adecuado? ¿Cuántas veces la prisa gana al sentido común? ¿Y cuánto puede cambiar una calle en menos de un minuto?
Porque en Tijuana, como en muchas ciudades, los accidentes no solo dejan daños materiales: dejan ecos.v