El son jarocho que florece en un viejo túnel del narco: Fandango sin fronteras

TIJUANA.– Donde alguna vez hubo oscuridad, hoy suena la jarana. La Casa del Túnel, una antigua vía clandestina del narcotráfico ubicada a unos pasos del muro que divide Tijuana de San Diego, se ha convertido en un santuario de música, resistencia y comunidad. Ahí, bajo techos que antes escondían tráfico y violencia, ahora se ensaya un mensaje de vida: el Fandango Fronterizo.

Desde 2008, el espacio alberga talleres, encuentros y celebraciones de son jarocho, una tradición veracruzana que migró al norte para echar raíces. “El muro no detiene a la música, la música no tiene fronteras”, afirma Jorge Castillo, director del Fandango Fronterizo, mientras ajusta una cuerda de su requinto. “Va y viene como el mar, como las aves, como nosotros”.

Cada ensayo es una declaración poética contra las barreras geográficas, pero también contra las sociales. La comunidad jarocha en la frontera se reúne año con año para hacer del muro un escenario y del fandango una declaración de identidad sin pasaporte.

Carmen Castro, una de las integrantes, habla con voz suave y mirada firme: “Aquí el muro no existe. Esta música es mi alivio, esta gente es mi otra familia”.

En tiempos de políticas migratorias restrictivas, estas cuerdas vibran con un mensaje claro: hay fronteras que no se pueden cruzar a pie, pero sí con música.

Y en un espacio que alguna vez fue símbolo de crimen y clandestinidad, hoy se celebra algo radicalmente distinto: la alegría compartida de un son que no reconoce límites.

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