Tijuana, B.C. — Nadie lo llamó. Nadie le pidió que se quedara. Sin embargo, ahí estuvo: pequeño, silencioso, decidido. Un perrito, de mirada alerta y patas temblorosas, se convirtió anoche en el último guardián de un hombre que yacía sin vida sobre el asfalto de la colonia Los Maestros.
El reloj marcaba poco después de las 8:00 p. m. cuando se escucharon las detonaciones en la calle Melchor Ocampo. Vecinos relataron que un sujeto a bordo de una motocicleta abrió fuego contra la víctima, huyendo de inmediato con rumbo desconocido.
Al llegar los paramédicos, ya no había nada por hacer. El hombre, cuya identidad aún no ha sido confirmada por las autoridades, vestía ropa oscura, portaba una mochila rosa, y presentaba múltiples heridas por arma de fuego. Junto a él, su perro se negaba a abandonar el lugar. Ni el bullicio de los curiosos, ni la presencia de patrullas, ni la cinta amarilla lo hicieron retroceder. Si alguien se acercaba, gruñía. Si intentaban retirarlo, se encogía sobre el cuerpo, como intentando protegerlo del mundo.
Fue una escena que quebró incluso a quienes están acostumbrados a ver lo peor. Algunos rescatistas intentaron ofrecerle agua, otros lo acariciaron con respeto. Nadie quiso separarlo aún.
El animal —como muchos en los barrios populares de la ciudad— no tenía collar ni nombre visible. Pero sí tenía lealtad. Una que lo mantuvo firme mientras agentes de la Policía Municipal y peritos de la Fiscalía recogían los primeros indicios del crimen. Entre ellos, una mochila, un casquillo, y un perro que se negó a dejar solo al hombre al que quizá consideraba su familia entera.
No hubo detenidos. Tampoco consuelo. Solo una postal de violencia, acompañada de ternura. Una imagen que recordó, entre tanto abandono, que hay quienes no traicionan. Que hay lealtades que ni las balas rompen.
Fotografías: Arturo Rosales.