Mirar al cielo y hacerlo eterno: la pasión que une continentes en Baja California

En un rincón del mundo donde el cielo parece más cercano que en ningún otro, la noche no duerme, sino que se revela. Desde Playas de Rosarito hasta la Sierra de Juárez, la Octava Edición del Congreso Internacional de Astrofotografía reunió a quienes no sólo miran las estrellas, sino que las capturan con devoción casi religiosa.

Con la participación de expertos provenientes de México, España y Chile, el evento abrió sus puertas este miércoles para dar paso a la ciencia, el arte y la contemplación. “No se trata solo de técnica, sino de sensibilidad”, recordó la alcaldesa Rocio Adame, quien, emocionada, recibió una fotografía astronómica como símbolo del vínculo entre la tierra y el cielo.

La ceremonia inaugural no fue un acto formal, sino el punto de partida para una comunidad que vive con la cabeza entre galaxias. Ahí estaban, cámara en mano o simplemente con ojos brillantes, fotógrafos, astrónomos, estudiantes y curiosos que llegaron para aprender, compartir y dejarse envolver por la inmensidad del cosmos.

El Mtro. Caneck Leyva, uno de los fundadores del congreso, expresó con claridad el propósito del encuentro: democratizar la astrofotografía, volverla cercana, posible, incluso para quienes apenas empiezan a mirar hacia arriba con preguntas sin nombre.

Ocho conferencias, talleres, aplicaciones especializadas y conversaciones entre luces tenues, componen el corazón del programa. Pero el alma del evento se encuentra en su campamento astronómico, un retiro de tres días y dos noches en la Sierra de Juárez, donde los asistentes, sin importar su experiencia, podrán aprender a leer el cielo como un libro abierto.

“Antes de ser fotógrafo, uno debe aprender a observar”, compartió el ingeniero Alberto Levy, recordando que no hay telescopio que reemplace a un corazón atento. Y es precisamente eso lo que se respira en este congreso: una comunión entre la técnica y la emoción, entre el dato científico y el asombro infantil que persiste.

Guillermo Cervantes recordó que Baja California posee uno de los cielos más limpios del mundo, un privilegio natural que en San Pedro Mártir se protege por ley. “Tenemos algo único. No lo desperdiciemos”, enfatizó.

Así, mientras el sol se oculta lentamente detrás del Pacífico, en Baja California empieza otra jornada para quienes viven la noche como un laboratorio, como un altar, como un lienzo. Porque en este rincón del norte, el universo no se contempla: se honra.

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