Tijuana, B.C. – La noche del viernes, el número 18 de la calle Manuel Flores, en la colonia Mirador La Mesa, dejó de ser un hogar y se convirtió en una escena de tragedia. Dentro de esa vivienda, donde los retratos familiares colgaban de las paredes y los días transcurrían entre rutinas comunes, una madre y su hija fueron atacadas a balazos. Solo una de ellas sobrevivió.
Yamilet, de 25 años, murió en el lugar. Su madre, Lorena, de 47, fue trasladada en estado crítico a un hospital. La casa quedó abierta, herida, con el silencio que sigue a los disparos y la confusión que deja lo irremediable.
Fue Daniel, esposo y padre de las víctimas, quien encontró la escena. Había recibido una llamada en su trabajo. Al regresar, las puertas estaban abiertas. No hubo necesidad de preguntar. Bastó con mirar. Él fue quien relató los hechos a los oficiales de la Fuerza Estatal de Seguridad Ciudadana (FESC), que acudieron como primeros respondientes tras el reporte de detonaciones.
Minutos después llegaron paramédicos de la Cruz Roja y voluntarios de Servicios Prehospitalarios. Trataron de hacer lo posible. Yamilet ya no respiraba. Lorena aún lo hacía.
Vecinos, todavía conmocionados, dijeron haber visto un vehículo Kia Río gris huir del lugar a toda velocidad. La policía implementó un operativo en la zona, pero los responsables no fueron localizados.
El caso fue turnado a la Fiscalía General del Estado de Baja California, que inició la carpeta de investigación por homicidio. La escena quedó en manos de Servicios Periciales. Quedaron también los indicios balísticos, los casquillos fríos, los muebles fuera de lugar. Y el aire suspendido de una noche que nadie podrá olvidar.
Tijuana, una ciudad que respira entre historias de esfuerzo y dolor, volvió a escribir una página con sangre. Esta vez no en la calle, sino dentro de un hogar, donde la violencia no pidió permiso para entrar.