Una vida quebrada al amanecer: hallan a un hombre sin vida en El Rubí

El sol aún no asomaba cuando el silencio de la colonia El Rubí fue roto por una llamada de auxilio. A las 5:40 de la mañana, en la calle San Felipe, frente al número 27, el cuerpo de un hombre yacía tendido sobre el asfalto, inmóvil, atado, abandonado.

Vestía sudadera azul, pantalón y zapatos negros. Sus manos habían sido sujetadas con un cable oscuro, los pies unidos con otro blanco. Su cuerpo, sin embargo, decía más que su ropa: hablaba de violencia, de sometimiento, de un final abrupto que nadie explicó en voz alta.

Tenía cerca de 40 años, la piel morena clara, y ni una identificación que ayudara a devolverle el nombre. Solo el cable, el pavimento frío, y una ciudad que sigue sumando ausencias como quien colecciona heridas invisibles.

Los primeros en llegar fueron policías municipales, luego agentes de la Fiscalía General del Estado. En el sitio fue localizado un indicio balístico. Todo parece indicar que el asesinato ocurrió ahí mismo, sin tiempo para auxilios ni testigos.

Mientras los peritos levantaban evidencias, el operativo resguardaba una escena que en muchas colonias de Tijuana ya parece habitual: la de una persona cuya historia terminó de forma brutal antes de que siquiera comenzara el día.

No hubo llanto en el sitio. Solo miradas cruzadas, el zumbido de la cinta amarilla ondeando al viento, y una calle entera conteniendo la respiración.

La ciudad, como cada madrugada, volvió a despertarse con la noticia de una vida menos. Y con la pregunta —siempre sin respuesta— de cuántas más seguirán.

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