Tijuana, B.C. — La banqueta del Hotel Real Inn no fue anoche un simple tramo de concreto: se convirtió en sala de espera, dormitorio improvisado y, sobre todo, testimonio vivo del fervor que despierta un ídolo. Cientos de tijuanenses pasaron la noche allí, arropados por cobijas, termos de café y la emoción anticipada de escuchar en vivo al “Rey de la Taquilla”.
Julión Álvarez regresa a Tijuana. Y su sola mención basta para desatar una romería popular.
Carlos González llegó desde el día anterior. Dice que no importa el frío de la madrugada ni el cansancio del cuerpo. “Es un gusto que uno se da —comenta con una sonrisa mientras avanza la fila—. Yo ya lo he visto varias veces, pero cada concierto es distinto. Siempre emociona.” Para él, la música de Julión no es solo entretenimiento: es compañía, recuerdo, identidad.
El reloj marcaba las 2:00 p.m. cuando los primeros fanáticos se acomodaron en la acera. Luego llegaron más, como olas. A las 4, a las 6, a las 8. Para cuando la luna colgaba sobre el bulevar Agua Caliente, la fila ya era una verbena.
Angel Saavedra, encargado de taquilla, lo confirma con asombro: “Apenas iniciamos la venta abierta al público, y en 15 minutos ya se habían vendido 4 mil boletos.” Fue necesario bloquear parte del sistema para asegurarse de que quienes estaban ahí —los que realmente hicieron guardia— pudieran conseguir una entrada.
Julión Álvarez se presentará el 4 y 5 de septiembre en el Palenque de Tijuana 2025. Los precios, que van de 800 a 4,500 pesos, no disuaden a sus seguidores. Para muchos, la experiencia lo vale todo.
Mientras tanto, la taquilla sigue viva, también para otros nombres: Alfredito Olivas, Carin León, Banda MS, Edén Muñoz. Pero es Julión quien más ecos provoca, quien moviliza a esa Tijuana que canta, ahorra y se desvela por volver a verlo.
Porque para esta ciudad fronteriza, un concierto no es solo un espectáculo. Es una fiesta del alma, una promesa de alegría en medio del caos diario. Y hay quienes están dispuestos a dormir en la calle por asegurarla.