La madrugada en Vista Encantada no fue silenciosa. El estruendo de las detonaciones rompió la calma del vecindario mientras una unidad del grupo UTE, la fuerza táctica de élite de la Policía Municipal, enfrentaba una emboscada que pudo haber terminado en tragedia.
Todo comenzó cuando los agentes intentaron detener una camioneta Chevrolet Silverado azul. El conductor, lejos de acatar la orden, pisó el acelerador. Lo que siguió fue una persecución a alta velocidad por las estrechas calles de la delegación Playas de Tijuana… y después, los disparos.
El vehículo en fuga no solo llevaba prisa: iba armado. Desde su interior, abrieron fuego contra los oficiales. Una escena de película, pero sin guión, sin cámaras, y con la incertidumbre real de no saber si todos volverían a casa.
Los policías pidieron refuerzos. La frecuencia radial se llenó de códigos de emergencia. Las sirenas de patrullas de distintas corporaciones se unieron en un eco que resonó en Cordillera y Río, donde finalmente fue encontrada la Silverado, vacía, abandonada… como si sus ocupantes se hubieran esfumado en la oscuridad.
El operativo se extendió por varias calles. Se tocaron puertas, se buscaron rastros, se escucharon rumores. Pero no hubo detenidos. Solo una patrulla con marcas de bala, corazones acelerados, y una ciudad que se acostumbra peligrosamente a la violencia como rutina.
El grupo UTE, entrenado para misiones de alto riesgo, sobrevivió a otro episodio que muestra cuán delgada es la línea entre servir y ser blanco. En una ciudad donde el crimen se esconde en los callejones y ataca sin previo aviso, ellos salen a patrullar cada día… con la incertidumbre como compañera y la esperanza como escudo.
Fotografía: Arturo Rosales.