Una noche con Reina: Regina Orozco corona el orgullo de Tijuana con música, memoria y dignidad

Tijuana, B.C. – Debajo del Arco de la Revolución, donde convergen la historia y el tránsito diario de la ciudad, la noche se transformó en escenario de libertad. Miles de personas se congregaron para cerrar la edición número 30 de la Marcha del Orgullo LGBTTTIQ+ con un concierto que no solo celebró la diversidad, sino que la abrazó con fuerza operística y rebeldía luminosa.

Sobre el escenario, Regina Orozco, ícono de la disidencia artística y voz de mil batallas, se convirtió en la Reina del Orgullo de Tijuana, coronada entre vítores, aplausos y lágrimas que brotaban con la misma fuerza con la que ella entonaba cada nota. Fue más que un show: fue una proclamación colectiva de amor propio, una comunión donde la música se convirtió en manifiesto.

“Este es un escenario que no necesita paredes ni permisos, porque lo sostiene el corazón de quienes ya no se callan”, dijo Orozco antes de hacer vibrar la plaza con un repertorio que viajó del bolero al cabaret político, de la risa al grito.

El alcalde Ismael Burgueño acompañó la jornada y reiteró que el respaldo de su administración hacia la comunidad LGBTTTIQ+ no es simbólico, sino parte de un compromiso político por fortalecer las leyes y políticas públicas que garanticen los derechos y la seguridad de todos los ciudadanos, sin excepción.

El activista Lorenzo Herrera, reconocido durante el evento por su incansable labor en defensa de los derechos de la diversidad sexual en la región, tomó el micrófono con voz serena, pero potente:

“Hace décadas marchábamos con miedo. Hoy, marchamos con orgullo. En esta ciudad ya nadie debe esconder quién es.”

Aquel concierto fue más que una clausura: fue un himno vivo al progreso, una postal de una ciudad que, con todos sus desafíos, ha aprendido a mirar de frente y decir: aquí cabemos todos.

Y mientras la música seguía sonando y la Avenida Revolución se convertía en pista de baile, quedaba claro que el verdadero espectáculo no era solo en el escenario, sino en el acto de existir sin pedir permiso.

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